En una casa de Guanajuato, una veladora pasó 75 años encendida. Estaba en la misma mesita donde se dejaban las llaves, desde que, en 1930, el pueblo fue azotado por una tormenta. Doña esperanza le rezó a la Virgen del Carmen para no perder las granadas y dalias de su jardín. Salió el sol y, como cada año, preparó mermelada.
Desde entonces los vecinos acudieron a la veladora: le rezaron a San Judas Tadeo por las causas difíciles, a la Virgen de Guadalupe por sus familias, a San Pedro le pedían estabilidad. La veladora escuchó las penas y deseos de todos. Nunca nadie la vio apagarse.
Murió doña Esperanza y su gente fue a despedirla en casa, junto a la veladora. Intercambiaron abrazos largos y uno que otro dicho de una mujer sabia que quisieron mucho. Tras decirle adiós a sus invitados, su hija Isabel fue por las llaves para cerrar y vio que la veladora se había apagado.
Días después, en un cajón olvidado, encontró una carta escrita a mano: Isabel, la veladora no lleva 75 años encendida. Cada día visito a doña Luz en la tienda de la esquina, compro repuestos de la Gloria y por las noches la enciendo mientras todos duermen. Pero sí es especial, he podido consolar a mi gente en los días tristes y celebrar cuando sus deseos se cumplen. Mientras la sigas prendiendo, yo seguiré aquí.
*El cliente esta dispuesto a pagar más por un producto amigable con el medio ambiente.
de las personas afirmó que cambiaría el uso de velas/veladoras tradicionales por velas/veladoras amigables con el medio ambiente.